El entrenamiento y la práctica de las artes marciales nos conduce a tener un grado de perfección más elevado que el que podríamos tener sin su práctica; por lo tanto, el objetivo principal del arte marcial tiene que ser, en mayor medida, la perfección. Con el progreso técnico, gradualmente, desaparecen las inquietudes.

Cuando perseveramos entrenando, nuestras técnicas son más fuertes, rápidas y eficaces, y aprendemos a valorar el esfuerzo así, poco a poco, día a día, mes a mes y año a año obtenemos el cinturón negro. Esto también hace a un hombre valiente y responsable, enérgico y capaz de una inversión importante de esfuerzo físico, educacional y moral, y, a través de la sensibilidad desarrollada, sus acciones son más justas y rápidas.
Un cinturón negro tiene que ser un ejemplo físico y educacional. Muchos practicantes han empezado siendo físicamente inferiores y, con la práctica, todos llegan al cinturón negro. Además, uno puede empezar a cualquier edad y, con un entrenamiento adecuado siempre encontrará beneficios y progreso.

Hay que practicar mucho las técnicas de base, lo demás es fácil; hay que entender los principios. Lo difícil reside en la constancia en el entrenamiento, días, meses, años, siempre más. Si continuamos con la práctica, con los años vemos que estamos dentro del camino (el Tao), la vía del guerrero.
El entrenamiento debe ser duro pero realizado de forma inteligente para que, con el paso de los años, nuestra efectividad disminuya lo menos posible, nos tiene que proporcionar salud, no lesiones; nos tiene que hacer más sabios y mejores seres humanos.

El entrenamiento es para siempre, por eso tiene que ofrecernos calidad de vida, satisfacción personal y felicidad.

Maestro Rafael Julián Palanques

Artículo inspirado en el Maestro Raymond Thomas, revista ‘El Budoka’ 1983

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